Wednesday, June 29, 2011

Para su consideración


Aquí les presento el comienzo de un nuevo proyecto... Espero sus comentarios.

Capítulo Uno
La llegada

  La última frase del aria favorita de Luciano Pavarotti, Nessun Dorma, retumbó con tanta fuerza que me sacó del leve sueño en el que me había sumido. Retiré uno de los audífonos para escuchar a la azafata que comenzaba a hablar. Anunciaba que estábamos por arribar al fin a la cuidad de Tromsø, mi nuevo hogar.

  Comencé a guardar el reproductor de música en mi bolso, quería tener las manos libres, o en parte quería parar de escuchar la canción que se había vuelto una especie de sountrack de mi viaje. Llevaba desde ayer en la tarde montada en un avión. Cada parte de mi cuerpo gritaba por poder acostarse horizontalmente y descansar.

  Había salido de Maiquetía a las 16:20 horas, del martes 21 de septiembre, para llegar a mi primera escala, Lisboa, a las 06:05 horas del 22 de septiembre. El sueño resultó esquivo en este vuelo, porque los niños que se encontraban sentados en los asientos detrás de mí se habían encargado de evitar que pudiese pasar del sueño MOR, por lo que sólo pude tener pesadillas, como ya era costumbre en estos últimos meses.
 
 Tuve que esperar tres horas en el aeropuerto de Lisboa para que saliera mi vuelo a Oslo, Noruega. Gracias a los dioses no había muchos niños en este vuelo, así que pude dormir un poco más profundo. El vuelo arribó a Oslo a las 14:25 horas, mi segunda escala, donde tuve que esperar dos horas para tomar el vuelo más próximo hasta Tromsø. Al menos este vuelo me pareció un sueño, ya que duró menos que mis horas de espera en el aeropuerto.
 
 Otra de las azafatas comenzó a pasar por el pasillo, recordándole a los pasajeros que acomodaran los respaldares de los asientos para el momento del aterrizaje. Volteé rápidamente y pude observar por segunda vez a esa pequeña isla, abrigada por tierra firme y otras islas más grandes.
 
 La había estudiado tanto a través de Google Maps, que casi la sentía parte de mi vida. Ya había aprendido el nombre de algunas calles, dónde quedaban los hospitales, la biblioteca, la universidad, las plazas. Era un sueño de ciudad.
 
 Saqué el pequeño papel que había preparado con la dirección de mi nuevo apartamento, en una casa grande que fungía de edificio, a una cuadra de la Galería de Arte Contemporáneo de Tromsø. Su locación era perfecta, porque podía llegar a pie a muchos lugares, y el sistema de autobuses pasaba por la calle de atrás del edificio. A pesar de estar en el centro de la ciudad, no era muy bullicioso. Además, la vista a la bahía y las montañas era inigualable.
 
 Llamé a la azafata, en tono bajo, ya que mis compañeros de fila estaban durmiendo aún, o simulaban estarlo. La azafata se volteó gustosa para atenderme.
 
 - ¿En qué puedo ayudarla señora?
 
 ¡Señora! ¡Por todos los infiernos! Tener 30 años recién cumplidos no me hace una señora. Además, conservo la misma cara desde mi adolescencia y no tengo arrugas… La tiraré por las escaleras del avión apenas lleguemos. Suspiré antes de responderle.
 
 - Disculpe la molestia, pero quería pedirle si podría escribir esta dirección en noruego, en caso que el taxista no comprenda ingles. Quisiera asegurarme de llegar a mi casa sin contratiempos… – La azafata levantó una ceja extrañada de mi petición, pero tomó el papel con el bolígrafo y lo transcribió. Volvió a hablarme cuando me regresaba el papel con el bolígrafo sujeto en él.
 
 - ¿Puedo ayudarla con alguna otra cosa, señora? – Sonrió sarcásticamente, como si se estuviese burlando de mí. Creo que tendría que arriesgarme a sufrir un accidente aéreo, pero lo que deseaba era tirarla por la puerta del avión en ese mismo instante…
 
 - No, gracias, SEÑORA azafata. - Le respondí de manera grosera, devolviéndole la estocada por la espalda cuando menos se lo esperaba. Torció su boca y siguió por el estrecho pasillo hacía la parte trasera del avión. Menos mal que había ido al baño en el aeropuerto, así no tendría que volver a verla.
 
 Me acomodé nuevamente en el asiento y me volví para seguir mirando a Tromsø por la ventanilla. Los señores que estaban a mi lado comenzaron a arreglar sus respaldares y a abrocharse los cinturones. Yo no había desamarrado el mío desde que comenzó el vuelo, así que me limité a ver cómo el avión, un Boeing 737-800 de las Aerolíneas Escandinavas, descendía suavemente entre unas pocas nubes.
 
 En una maniobra tan magistral, el avión aterrizó en la pista sin casi sentirse, cosa que evocó en mí el recuerdo de mis viajes de regreso a Caracas cuando era una niña pequeña, ya que los venezolanos tienen la costumbre de aplaudir cuando los pilotos aterrizan. Casi me carcajeo sola, pero no quería alarmar a los demás pasajeros.
 
 Una vez el avión aparcado, los pasajeros comenzaron a levantarse, pero todo era nuevo para mí, aunque fuese la segunda vez que realizaba este vuelo. El orden, el poco bullicio, era la imagen de cómo debería ser el comportamiento ideal de unos pasajeros en un avión… idílico. Esperé a que las personas de los asientos conjuntos al mío se levantaran, sacaran su equipaje de mano y comenzaran a marcharse por el pasillo para yo proceder a levantarme.
 
 La espalda me dolía a muerte, como tuviese sujetas a ella anclas de los buques de la marina mercante; las rodillas me crujían y el cuello estaba absolutamente entumecido. Me estiré lo mejor que pude entre los asientos. Salí al pasillo, bajé mi morral del compartimiento superior para equipaje, lo coloqué en mi espalda y emprendí el viaje por el pasillo para descender del avión.
 
 No tenía que buscar equipaje, ya que lo había traído a mi apartamento un mes antes, además de recibir algunas cosas que había enviado por barco. Sólo había regresado a Caracas para pasar mi cumpleaños allí, a petición de mi madre. Aún recuerdo sus exactas palabras con tanta claridad.
 
 - Dana, hija, vas a cumplir 30 años y te vas a ir a vivir a otro país. Sin negar todo el dolor y sufrimiento que has pasado, ¿no crees que sería bueno para ti que regresaras al menos para pasar tu cumpleaños con nosotros? No pido más…
 
 Me sorprendí al ver que ya había llegado a la sala de llegadas del aeropuerto. Miré la tienda de dulces que esta a mano derecha de las puertas de salida, pero me abstuve de comprarme algo de tomar, no debía arriesgarme a que no me dejasen montarme en el taxi con una bebida.
 
 Me bajé el morral de la espalda y desaté de las correas externas la chaqueta de invierno. A pesar que no era invierno, sabía que yo me moriría de frío al salir del aeropuerto sin ella puesta. Me la coloqué ante la mirada extrañada de las pocas personas que se encontraban allí, pero los ignoré.
 
 Me coloqué nuevamente el morral, saqué de mi bolso cruzado el papel con la dirección del apartamento y salí a buscar un taxi. Ya estaba atardeciendo, y como supuse, sentí un frío horrible. Deseé haber tenido unos guantes conmigo, pero estaban en el apartamento. Miré a los lados y divisé la parada de taxis del aeropuerto. Me acerque con cautela mientras uno de los choferes se percató de mí y me habló en fluido ingles, lo cual agradecí.
 
 - Buenas noches Señorita. ¡Bienvenida a Tromsø! ¿A dónde podemos llevarla?
 
 - Gracias. Buenas noches. Aquí tengo escrita la dirección. - Y gracias por notar que no soy una vieja…

El texto continua, pero es mucho para un abrevoca, si desean leer más... pídanlo >_<

A quien pueda interesarle


Aunque pueda parecer cliché, es un acto necesario y normal retomar la escritura pública, ya que todo emisor requiere un interlocutor para completar el acto de la comunicación.

Casi por contagiosa necesidad me hallo aquí, retomando a una vieja palestra para hacerla crecer y llegar al estadio evolutivo en donde me encuentro hoy.

Por ello, para todos aquellos que me esperaron, he regresado.

A quienes no les importa, whatever.

A quienes pueda interesarle, gracias.